La provincia de Siena encarna a la perfección la serenidad del paisaje toscano. Sus colinas suaves, tapizadas de verde y delimitadas por los eternos cipreses son la postal que mejor encarna el modo de vida tranquilo de esta parte de Europa. Desde tiempos de los romanos, las casas se encaramaban en lo alto de los oteros para asegurarse la brisa fresca en verano y los cipreses no se asociaban a los camposantos (como en España ) sino con la hospitalidad al recién llegado.
Un poco más desolados son los terrenos del sur de Siena, la zona llamada Crete Senesi, donde también los cipreses dan un poco de vida. Dicen que aquí el paisaje blanquea cuando todo es verde y verdea cuando todo es gris. Esta es una tierra de abadías, termas, trufas y el queso pecorino, elaborado con leche de ovejas que pastan libres por las Crete, un paisaje rico en hierbas aromáticas que transmiten su riqueza floral a los quesos.
También suaves son los viñedos del Chianti. En realidad, el vino es el colofón a una cultura agrícola basada en el pecorino, el aceite, el clima, la orografía y las gentes. Los viñedos se alternan con casas de labranza, pero también con palacios y castillos que hoy son hoteles de lujo. El gallo negro es el símbolo que identifica al Chianti Classico, que nació a comienzos del siglo XIX a cargo del barón Bettino Ricasoli, que impuso normas y códigos para elaborar un buen vino, algo así como las normas de las actuales Denominaciones de Origen vinícolas europeas.
Sobre siete colinas, como Roma, está construida Siena. No acaban ahí los paralelismos porque dice la tradición que uno de los hijos de Remo, al que amamantó la loba, se llamaba Senio y fundó esta ciudad. A la riqueza natural de la provincia se le une, sin desmerecerla para nada, la riqueza en el patrimonio histórico artístico de Siena, que anonada al visitante. Siena es la ciudad medieval por excelencia, la urbe poderosa que plantó cara a Florencia durante cientos de años, hasta el punto que quiso construir la catedral más grande del mundo cristiano.Los sieneses derrotaron a los florentinos en la batalla de Montalpetri en 1260.
Pero llegó la peste negra en el siglo XIV, que mató a un tercio de sus habitantes, y el asedio florentino en el siglo XVI que diezmaron a la ciudad y la dejaron durante siglos constreñida a sus murallas por decisión de los Médici vencedores . La Fortezza Medicea, frente al núcleo antiguo de Siena, es el recuerdo de esa opresión por parte de Florencia. Por éso, paseando por Siena parece que el tiempo se ha detenido y es que durante cientos de años la ciudad permaneció encerrada entre sus callejas y sólo en el último siglo ha vuelto a resurgir como un reclamo turístico sin par.
Una de las imágenes más conocidas de la cultura italiana es, sin duda, el Palio. La famosa carrera medieval, en pie desde elsiglo XIII aunque dicen que su origen pudiera ser romano, que cada 2 de julio y 16 de agosto reúne a miles de sieneses en el histórico enfrentamiento entre sus barrios (contrade) para ver quién de los siete barrios elegidos por sorteo se lleva el estandarte (palio). Sólo dura noventa segundos, pero la parafernalia anterior con desfiles, abanderados y caballeros medievales dura bastante más. Ni que decir tiene que durante todo el año, los 17 barrios (llegó a haber 59) se preparan para la gran fiesta que tiene en el Campo, la plaza mayor de Siena, el escenario más idóneo.
Lo de los barrios viene de muy lejos: los contrade han marcado siempre la vida en la ciudad, desde las relaciones sociales a las culturales. Estas entidades con símbolos de animales tienen personalidad jurídica propia, autonomía,tesorero para sus presupuestos y patrimonio propio. Ya en la Edad Media las rivalidades eran tan grandes que San Bernardino de Siena intentó que todos siguieran a un único símbolo, el Cristo triunfante que, en forma de disco solar, decora la portada de la catedral.
Porque, a pesar de la chulería medieval de construir el templo más grande, los sieneses consiguieron verdaderamente levantar una de las mejores catedrales de Italia. Sus mármoles blancos y negros de la fachada, pero sobre todo su pavimento interior son auténticas obras maestras del arte gótico no sólo italiano sino europeo. El Duomo di Santa Maria Assunta sigue apabullando con el bosque interior de columnas bicolores, sobre un suelo con más de medio centenar de escenas diversas en inigualables mosaicos.
Los sieneses, como todos los italianos, saben sacar partido de su rica historia y su envidiable patrimonio. Por ejemplo, la Universidad nació en 1357 como Studio Generale por orden del emperador Carlos IV de Luxemburgo. Seiscientos años después, nació la Università per Stranieri , lo que ha permitido que Siena sea uno de los destinos de mayor reclamo en las becas Erasmus de movilidad estudiantil dentro de la Unión Europea y que la población estudiantil ronde las 20.000 personas de una población total estimada de poco más de 50.000 habitantes.
Si orgullosa era Siena, no le quedaba atrás San Gimignano. La llaman la Manhattan de la Edad Media. Y es que su perfil destaca en la llanura del norte de la provincia. Hasta 14 torres gigantescas adornan la silueta de la ciudad que llegó a tener en sus siglos de esplendor, XII y XIII, un total de 77 rascacielos. En esa época triunfó como paso fundamental en la Via Francígena, la ruta de peregrinación de Inglaterra a Roma, y por su oro particular, el azafrán, con el que pagaban los gastos de sus guerras con Florencia, ante la que cayó en el siglo XV. La peste y el desvío de la Vía Francígena también ayudaron al declive de la ciudad. Las torres no tenían ventanas y más que un uso defensivo se levantaban para demostrar el poderío de cada dueño. Hasta el alcalde dictaminó que nadie erigiera una torre más alta que la del palacio comunal… pero aquí también existían rivalidades entre barrios, familias y grupos que hicieron caso omiso de las normas municipales…
La defensa norte de Siena frente a Florencia estaba situada a diez kilómetros, en un pequeño pueblecito llamado Monteriggioni, elevado sobre un promontorio. Es una población fortificada con 14 torreones muy bien conservados y unos muros inmensos del siglo XIII. Dicen que Dante se inspiró en esta localidad para retratar el Infierno en su Divina Comedia. Hoy es un núcleo meramente turístico y la puerta a una comarca que ha preservado gran parte de su encanto, por estar lejos de las rutas más transitadas, como es Val d’Elsa, un valle en el que aún quedan restos medievales y donde se ha cultivado otro arte ancestral, el del vidrio.
San Galgano es un típico santo medieval de esta zona. Tras una vida disoluta, se convirtió y decidió romper su espada como símbolo de su rechazo a la guerra. El filo de la espada se introdujo en la piedra como si fuera mantequilla.. y ahí sigue. En la capilla que se levantó donde estaba la cabaña de ermitaño en la que vivió y predicó. Murió en 1181 y cuatro años más tarde el Papa Urbano III ya le declaró santo y ejemplo de los caballeros cristianos. Junto a esa capilla se levantó una inmensa abadía, hoy en ruinas materiales después de la ruina moral a la que le llevaron las corruptelas de los monjes en el siglo XIV.
Cómo llegar:
El aeropuerto de Pisa-Galileo Galilei posee conexiones con Barcelona, Girona, Fuerteventura, Gran Canaria,Madrid, Santander, Sevilla, Tenerife o Valencia. Desde este aeropuerto hay autobuses que lo unen a las estaciones de ferrocarril de Pisa o Florencia, al centro de estas ciudades o a otras de la región.Al aeropuerto de Firenze-Amerigo Vespucci llegan vuelos de Madrid, Barcelona o Ibiza. Cada media hora hay autobuses que acercan al viajero a la estación central de trenes de Florencia.Desde Florencia hay autobuses a Siena y desde esta ciudad al resto de localidades de esta ruta, todas en la misma provincia. Queda, como siempre, la opción de alquilar un vehículo.
Itinerario:
Siena tiene una decena de puertas, recuerdo de su pasado medieval. Se entre por donde se entre, todos los pasos se dirigen al Campo, la plaza por antonomasia de la ciudad. Aquí tiene lugar el Palio y ya hubo representaciones teatrales en la Edad Media. La plaza, del siglo XII y con forma de abanico, se divide en nueve sectores por los miembros del Consejo de los Nueve que gobernaba la ciudad. Está rodeada y circundada de palacios, de la época de esplendor de Siena, de 1260 a 1348, cuando llegó la peste negra.
En medio de la plaza, está la Fonte Gaia, una fuente de mármol revestido de relieves, obra de Jacopo della Quercia en el siglo XV. En realidad, es una copia del siglo XIX porque el original está guardado en Santa Maria della Scala . El agua llegaba aquí desde un acueducto que la recogía en la colinas y que se canalizaba por la ciudad a través de los bottini, unas galerías subterráneas en funcionamiento desde el siglo XIII hasta la Primera Guerra Mundial.
Pero si algo destaca en la plaza es el Palazzo Publico y su Torre del Mangia. En el palacio, del siglo XIII y estilo gótico, se alberga el ayuntamiento de la ciudad y ofrece al visitante diversas salas de interés: la del Mappamondo con un mapa del siglo XIV y unos frescos de la misma época; la de la Pace, con unos preciosos frescos de ese mismo siglo con la alegoría del buen y mal gobierno; la del Risorgimento con frescos del siglo XIX sobre la Unificación Italiana y la Capilla con frescos y la sillería del coro del siglo XV. El campanario del edificio es el segundo más alto de Italia, con 102 metros y 500 escalones para admirar la ciudad desde lo alto. Se construyó en el siglo XIV y dicen que el primer campanero se llamó Mangiaguadagni (come ganancias) y de ahí se derivó el nombre de Torre del Mangia.
En un lateral de la plaza se alza el Palazzo Piccolomini, el palacio privado más importante de la ciudad. Los Piccolomini fueron una familia muy poderosa, que dio un Papa, Pio II, importante personaje del Renacimiento (véase la próxima Ruta por la Toscana en Pienza) . Para esos nobles edificó este palacio el arquitecto Rossellino que luego para el Papa idearía su megalómana idea de la nueva ciudad de Pienza. En el edificio se ubican los archivos de la ciudad, entre los que, cuentan, está el testamento de Bocaccio.
Detrás de la plaza, está la Loggia della Mercanzia. Es el perfecto ejemplo de los mercados medievales, ya que aquí se compraba y se vendía de todo. Los mercaderes mostraban sus productos siempre al resguardo de la lluvia y en los soportales también se instalaban otros comerciantes, los prestamistas, temidos y odiados a partes iguales como ocurría en todo el mundo. Ahora el que presta es el banco y el de esta provincia es el Monte dei Paschi di Siena, todopoderoso artífice de cuanto se construye y crea en la ciudad, desde las infraestructuras, las exposiciones o el baloncesto por poner unos ejemplos.
Alrededor de la Piazza del Campo se sucede un entramado de callejuelas y travesías. Aquí son muy habituales los corredores que unen los edificios por encima de las calles o las escalinatas que unen las calles de diferente nivel. La Via di Cittá y Banchi di Sotto rodean por el norte la plaza mayor sienesa. Donde se juntan ambas se abre otra calle, Banchi di Sopra. Y precisamnte por Via di Cittá proseguimos para llegar debajo de la Piazza del Duomo.
La catedral de Siena es el gótico más espléndido de Italia. El Duomo consta de catedral, cripta del siglo XIII, baptisterio y Museo. En alguna fase de su construcción, en esta magna obra trabajaron artistas de la talla de Nicola Pisano, Donatello o Michelangelo. La fachada se construyó en dos fases, a finales de los siglos XIII y XIV y contiene nichos con estatuas de profetas, obra de Giovanni Pisano en 1290 y el disco solar, imagen del triunfo de Cristo. Pocas catedrales pueden enorgullecerse de tener una fachada tan rica en elementos decorativos como la de Siena, ante la que hay que estar un buen rato disfrutando de todos los detalles. Pero la sorpresa no está solo en el exterior.
En su espléndido interior, destacan los frescos, las esculturas o el púlpito de los siglos XII a XV, obra de Nicola Pisano y que cuenta con paneles sobre la vida de Cristo. Pero lo que salta a la vista es el bosque de columnas de mármol blanco y negro que sostienen la bóveda, que sobrecoge a cualquiera. También dentro del templo está la Biblioteca Piccolomini, con frescos del siglo XV inspirados en la vida del Papa Pio II.
Pero, sobre todo, lo que más llama la atención es el pavimento interior, compuesto por mosaicos elaborados durante siglos, desde el XIV al XIX. Vasari definió este suelo como el más bello jamás visto. El pavimento entero sólo se ve en algunos meses del año. Los mosaicos están realizados con incrustaciones de mármol con escenas diversas desde mitológicas a bíblicas, como la que refleja la matanza de los santos inocentes.
La peste obligó a dejar inconclusa la que debía ser la catedral mñás grande del orbe cristiano, que hubiera medido 50 metros de largo por 30 de ancho. Aún se ve la nave inacabada, donde está ahora el Museo dell’Opera del Duomo, que acoge los originales de las estatuas de la fachada de la catedral. El campanario tiene como curiosidad que cada piso posee una ventana menos que el piso superior.Saliendo de la catedral, se encuentra el Baptisterio con una fuente bautismal del siglo XV.
Frente a la escalinata del Duomo se encuentra un sencillo edificio, Santa Maria della Scala, que desde el siglo XI acogía a peregrinos y ayudaba a pobres y niños abandonados. Su papel de hospicio y hospital se abandonó hace siglos y a finales del siglo XX se reconvirtió en centro cultural y Museo. Se suceden en su interior las salas con esculturas, frescos del siglo XV (como en la Salla del Pellegrinaio), historia de la ciudad, lugares de culto o de rezo. En el subsuelo, se encuentra la original Fonte Gaia de Jacopo della Quercia. Las vistas sobre el Duomo y la ciudad son también interesantes.
Volviendo a Via di Città, pasamos a la Piazza della Independenza , Via delle Terme y torcemos por Via Santa Caterina hasta llegar a la esquina con Costa di San Antonio, donde se localiza la Casa Natal de la santa de la ciudad, Santa Caterina di Siena. Vivió en el siglo XIV, fue monja desde los ocho años y murió a los 33. El edificio no tiene mucha importancia artística pero está rodeado de capillas y claustros, además de la celda donde estuvo la Santa y frescos sobre su vida.
Por la calle Banchi di Sopra se llega a la Piazza Matteotti, desde la que accedemos a la Fortezza Medicea, hoy convertida en jardines y atalaya desde la que se divisa la ciudad monumental. Debajo está el estadio de fútbol del Siena y al otro lado se yergue sobre la silueta de la ciudad la Basílica de San Domenico. Es un templo gótico que comenzó a construirse en el siglo XIII y más de cien años después se le añadió la torre. Tiene una capilla dedicada a Santa Caterina, con su cabeza incorrupta en el altar. El pavimento del templo es de mármol y hay unos frescos del Sodoma del siglo XVI.
Cerca de Siena, hacia el noroeste, Monteriggioni conserva el encanto de las ciudades fortificadas de la Edad Media. Su perfecto estado de conservación hacen obligada la visita a este enclave que destaca en el horizonte con su perímetro de murallas de más de medio quilómetro, construidas en el siglo XIII. Dentro, hay pocas casas y todas destinadas al turismo. Tiendas de artesanía, restaurantes y bodegas ofertan sus productos a los visitantes que suben hasta la localidad. En la plaza central se yergue la sencilla iglesia románica de la Assunta.
Monteriggioni es la puerta de acceso al Val d’Elsa, a través de una sinuosa carretera. Colle di Val d’Elsa es la capital de la comarca y es también uno de los centros italianos de producción de vidrio. Esa actividad nació ya en el siglo XVI y las factorías se encuentran en la parte inferior del municipio, mientras que en la parte de arriba, Colle Alta, atesora importantes edificios. La puerta de acceso a esta zona superior es un viaducto sobre el que se asienta el Palazzo Campana, un edificio manierista del siglo XVI. El Duomo tiene un púlpito renacentista del siglo XV, la iglesia de Santa Maria in Canonica es románica con fachada de piedra y la Porta Nova es una fortaleza renacentista con dos torres cilíndricas fortificadas. La ciudad tiene varios Museos ubicados en el Palazzo dei Priori (el Museo Civico con obras de la escuela de Siena, cerámica etrusca y una capilla con frescos del siglo XVI) y en el Palazzo Pretorio (el Museo Archeologico con urnas etruscas)
Este valle está más alejado de las rutas turísticas y éso permite que esté mejor conservado, aunque durante la Edad Media fue lugar de paso de la Via Francigena. Poggibonsi es otro de los núcleos importantes de Val d’Elsa. También este municipio se enriqueció como San Gimignano con el azafrán, que alimentaba a mercaderes, tintoreros y sastres. Ahora, la ciudad se dedica a los muebles. Aún quedan restos de las murallas de la fortaleza Medicea, mandada construir por Lorenzo el Magnífico en el siglo XVI. Destaca también el complejo monástico franciscano de San Lucchese , la Fonte delle Fate, una gran fuente con seis arcadas del siglo XII en travertino sienense y el Castello della Magione, de origen templario y del siglo XI.
Al oeste de Poggibonsi, se asoma sobre la llanura la silueta de rascacielos de San Gimignano. Su centro histórico es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Varias puertas nos brindan el acceso al núcleo antiguo, donde destacan cuatro plazas: Piazza della Cisterna, Piazza del Duomo, Piazza Pecori y Piazza dell’Erbe. La principal entrada es la Porta de San Giovanni, de la que parte la Via de San Giovanni, seguida luego de la Via San Matteo , las principales calles del núcleo antiguo. Aquí se suceden joyerías, restaurantes, enotecas, heladerías y establecimientos de todo tipo para atraer a los miles de turistas que llenan las calles de la ciudad antigua.
En la Piazza della Cisterna destaca su brocal del siglo XIII, a cuyo alrededor se levantan palacios medievales como Tortoli, Pellari, Lupi, Ridolfi o torres como la llamada del Diavolo. Detrás de la plaza, por la Via del Castello y subiendo unas escaleras se accede a unas fuentes monumentales, del siglo XIV, usadas como fuentes públicas para uso de boca y para lavar los tejidos. Bajo diez arcos románicos se esconde la antigua fuente longobarda del siglo IX.
La Piazza del Duomo reúne las joyas de la ciudad. Por una parte, la colegiata de Santa Maria Assunta del siglo XII. Detrás de la sencillez de su fachada se esconde uno de los interiores más ricos de Italia. Los arcos de la nave central están pintados con listas azules y blancas, la bóveda de azul intenso con estrellas doradas, los muros llenos de frescos con escenas bíblicas. Dentro del templo está también la Capella di Santa Fina con frescos de Ghirlandaio.
En la plaza de la catedral destaca también el Palazzo del Popolo o Palazzo Nuovo del Podestà, con su Torre Grossa, la única abierta al público y en la que hay que subir sus 54 metros de altura. Dentro del Palazzo se ubica el Museo Civico, con una impresionante colección de pintura de las escuelas de Florencia y Siena y unos frescos en el patio. También hay que ver la llamada Sala Dante, donde estuvo el poeta cuando ejercía de embajador florentino en el siglo XIV para pedir apoyo a los güelfos, que defendían al Papa frente a los gibelinos, que apoyaban al Emperador.
Enfrente está el Palazzo Vecchio del Podestà, del siglo XIII, con su Torre Rognosa, la más antigua de la ciudad, con 51 metros. Este Palacio era de los gibelinos Salvucci, enemigos de los güelfos Ardinghelli, que levantaron las Torres Gemelas que se divisan desde toda la ciudad. No sirvió de nada la recomendación del Podestà contra la guerra de torres entre los clanes, familias y barrios. Detrás del Duomo y pasando la Piazza dell’Erbe se accede a la Rocca di Montestaffoli, fortaleza del siglo XIV, de la que sólo queda una torre después de que Cosme de Medici la arrasara en su conquista de la ciudad. Desde sus jardines se disfruta de una inmejorable vista de la ciudad y la llanura sobre la que se asoma.
Otras visitas de la ciudad son la iglesia de Sant’Agostino (un bello y sencillo templo románico-gótico del siglo XIII, con frescos en el coro y un altar de mármol del siglo XV y un interior rococó) y varios Museos importantes. Entre éstos, destaca el de Arte Sacra, el Archeologico (ubicado en un complejo que también alberga la Galleria d’Arte Moderna y la Spezieria di Santa Fina, la farmacia en la que la santa cuidaba a los peregrinos) y un moderno Museo llamado San Gimignano 1300, que recrea a la perfección cómo era la ciudad en ese siglo, el que la encumbró entre las ciudades medievales toscanas.
La zona del Chianti, al norte de Siena, ofrece paisajes de viñedos y poblaciones con encanto. Castellina in Chianti aún conserva la antigua Rocca del siglo XV, palacios nobles, un pasaje subterráneo del siglo XV y, claro está, numerosas enotecas. En Radda en Chianti se fundó el Chianti Classico, concretamente en el antiguo monasterio de Santa Maria a Prato. Se pueden ver también la Nevera del Granducca, junto a las murallas del norte, donde se producía el hielo que permitía conservar los productos agrícolas. En Gaiole aún se puede ver el arroyo que bajaba por la calle principal y el castillo Meleto del siglo XIII. En toda la zona hay venta directa de los productores, tanto de vino como de productos agrícolas, lo que permite siempre un conocimiento más exhaustivo de la zona.
En la comarca de las Crete Senesi, al sureste de Siena, destaca la abadía de Monteolivetto Maggiore, del siglo XIV, con un claustro del siglo XV, biblioteca, farmacia y frescos del siglo XV con la vida de San Benito. El monasterio está en camino hacia Asciano, ciudad medieval que aún conserva sus muurallas del siglo XIV. Tiene varios Museos como el Archeologico que exhibe restos etruscos de una necrópolis cercana con tumbas del siglo V a.c. y la basílica de Santa Agata, románica del siglo XIII, con una Pietá del Sodoma y una Madonna con bambino del Signorelli. Es éste un lugar asociado a las termas igual que Rapolano, porque en esta zona abundan las aguas con propiedades beneficiosas para el cuerpo. En la comarca hay que degustar el queso pecorino, pero también los tartufi, las trufas que se cultivan en bosques truferos de hasta cuarenta hectáreas como el Giovanni di Asso, cerca ya de otra comarca sienesa como el Val d’Orcia.
Los restos de la abadía de San Galgano están un poco alejados pero conviene acercarse a ver las ruinas de este monasterio cisterciense, rodeado de bosques. A comienzos del siglo XIII empezó a construirse en estilo gótico y los monjes se enriquecieron con la lana de las ovejas que criaban, a pesar de su voto de pobreza. La decadencia llegó en el siglo siguiente con la corrupción consiguiente a las riquezas acumuladas. A finales del XIV un mercenario inglés, sir John Hawkood, saqueó el edificio, donde solo quedaba el abad. Siguieron siglos de abandono, hasta que una orden de monjas se ha hecho cargo del recinto. Además de los restos de la abadía, destaca una capilla en forma de colmena, Montesiepi, ubicada en el lugar donde estaba la cabaña del ermitaño Galgano. Hay frescos de su vida por las paredes y la espada famosa, hundida en la piedra, en la entrada.
Fotografías de Abilio y Marina Jorge, José A. Mourenza, Turismo Toscana, PASO, Sturmlechner,José Luis Sarralde, Michel27, Alexandra Korey, Siena Turismo,
